martes, 7 de agosto de 2007

Las Palabras del Parcial


1. Arroba
(signo @) - Antigua medida española de peso, equivalente a 11,502 kg, la cuarta parte de un quintal. La palabra proviene del árabe hispánico ruba (cuarta parte), derivada de arba (cuatro).
La palabra proviene del árabe hispánico ruba (cuarta parte), derivada de arba (cuatro).
El símbolo usado en las direcciones de correo electrónico, que en español y portugués, entre otras lenguas peninsulares, llamamos arroba (@), fue creado por los copistas de la Edad Media tardía para representar la preposición latina ad (a, ante, contra, hacia, por). Ese símbolo podría haber desaparecido con la invención de la imprenta por Gutenberg, en el siglo XV, pero logró sobrevivir gracias a los mercaderes del Renacimiento, que lo usaron como manera de vincular el número de productos de una factura con el precio por unidad. De esta forma, 12 @ 3L significaba "12 unidades (de determinada mercadería) a tres libras cada una".
En algunos textos en inglés sobre contabilidad publicados en el siglo XIX, se recomendaba el uso de este signo para representar la preposición inglesa at, la traducción más frecuente de la preposición latina ad, pero con el desarrollo industrial y tecnológico ocurrido desde fines del siglo XIX, el símbolo @ fue adoptado en inglés también por la Física, siempre con el significado de at.
Pero ¿y por qué arroba? El profesor Sales i Porta, Máster de Lógica e Inteligencia Artificial de la Universidad Politécnica de Cataluña, afirma que el uso de @ para designar la arroba nació en España en el siglo XIX, debido a una interpretación errónea de las relaciones de mercaderías descargadas en los puertos de Cataluña, donde la naciente industria local copiaba costumbres y manuales de contabilidad ingleses.
En las relaciones de mercaderías donde costaba una entrada como 50 @ 100 duros, el número 50 podía referirse a cualquier unidad, pero ya se sabía que lo que venía después de @ era el precio unitario. En esas condiciones, era natural que el símbolo @ fuera interpretado como unidad de peso, la más común de las cuales en esa época era la arroba, equivalente en Castilla a 11,502 kg.
Y el signo que ya había sobrevivido a la invención de la imprenta volvió a salvarse de la extinción gracias a los inventores norteamericanos que a fines del siglo XIX crearon la primera máquina de escribir y lo incluyeron en su teclado, que un siglo más tarde sería heredado por las computadoras personales.
Con el surgimiento de la Internet, Ray Tomlinson, el creador del primer software de correo electrónico, se vio en la necesidad de adoptar un carácter para separar la identificación del usuario de la identificación de la máquina o proveedor usados. El señor Tomlinson eligió para tal fin nuestro signo secular nacido a fines de la Edad Media, tornándolo así más usado y más famoso que nunca en su larga historia.
Veamos el significado de este signo en diversos idiomas:
En italiano "@" recibe el nombre de chiocciola (derivado del latín coclea, que significa caracol);
en holandés, apestaart (cola de mono); el mismo significado que
en alemán, Klammeraffe;


2. Bit
¿Ésta es una palabra española? No exactamente, pero algunas de sus acepciones actuales se remontan al siglo XV, más precisamente, al reinado de Fernando de Aragón e Isabel de Castilla. Es verdad que bit es una voz inglesa que se infiltró en casi todas las lenguas, el español incluido, impulsada por la embestida tecnológica de las últimas décadas del siglo XX, cuando la computación se puso al alcance de una parte importante de la población mundial.
Los franceses se atrincheraron con encomiable denuedo en la defensa de su idioma y acuñaron octet (octeto) para denominar cada uno de los grupos de ocho elementos, unos y ceros, utilizados en la numeración binaria.
Pero lo que pocos saben es que el uso de la palabra bit para designar cada elemento de un conjunto de ocho proviene de una antigua moneda española de plata, el real, creada por los Reyes Católicos en su reforma monetaria de 1497 para la España unificada. El peso se dividía en ocho reales ("real de a ocho") y, si bien los pueblos angloparlantes rechazaron esta designación, la costumbre de dividir la moneda en ocho partes siguió ejerciendo su influencia y frecuentemente su moneda principal, primero la libra y hoy el dólar, era llamada eight bits (ocho pedazos) o también pieces of eight (piezas de ocho pedazos).
Hasta hoy, en zonas rurales y pequeñas ciudades de los Estados Unidos, la moneda de veinticinco centavos (quarter) es llamada two-bits (dos pedazos entre ocho), como recuerdo del viejo dólar inspirado en el "real de a ocho". La explicación de que el uso del bit en informática proviene de binary digit fue adicionada, varios siglos después de que el bit designara a cada unidad de un conjunto de ocho.
3. Cibernética
Estudio de las analogías entre los sistemas de control y comunicación de los seres vivos y los de las máquinas; y en particular, el de las aplicaciones de los mecanismos de regulación biológica a la tecnología.
No son muchos los que saben que el nombre de la moderna ciencia de las computadoras está emparentado en su origen con gobierno y que no es tan original el apodo de "Gran Timonel" que los chinos dieron el siglo pasado a su líder Mao Tse Tung.
En efecto, cibernética proviene del griego kybernetiké (arte de gobernar una nave) y kybernetikós, que designaba a los timoneles de los barcos que hace 2500 años surcaban las aguas del Egeo y del Mediterráneo. Son tantos los parámetros que debe considerar en sus decisiones un gobernante como los que preocupan a un timonel, responsabilidad enorme para ambos, si consideramos que mucha gente depende de las decisiones tanto de unos como de otros.
En el bajo latín de la Edad Media y en el español incipiente de Berceo, el sentido de la palabra governar -escrito con v- era principalmente el marino, del timonel que tomaba las decisiones en la cabina de comando de su nave, aunque en latín ya se hablaba también de gubernare rempublicam.
La palabra cibernética es un cultismo que fue acuñado por primera vez en francés, hacia 1830, como cybernétique, para referirse al arte de gobernar. El significado actual de cibernética como "teoría de los procesos de control y comunicación" le fue dado por primera vez en inglés en los años 40 del siglo XX por el matemático estadounidense Norbert Wiener y fue incorporada al Diccionario de la Real Academia Española en 1956.
4. Comulgar
El primer registro escrito de esta palabra en castellano fue del poeta Berceo, el primer autor del mester de clerecía, la poesía religiosa de la Baja Edad Media. Comulgar, —y antes, comungar, como se dice hasta hoy en portugués— proviene del latín communicare (compartir, comunicarse con alguien), usado en las catacumbas* por los primeros cristianos para referirse al ‘acto de dar y recibir la comunión’. Cabe recordar que los primeros cristianos vivían en communio (comunidad), voz que proviene de communis (común).
5. Eco
Una historia de amores no correspondidos nos lleva al origen de esta antiquísima palabra, que llegó al castellano intacta tras cruzar continentes y civilizaciones durante casi treinta siglos desde la antigua Grecia hasta nuestros días.
Eco era la ninfa de los bosques y las fuentes, amada por el lascivo Pan, el dios de los pastores y de los rebaños. La ninfa no correspondía a la pasión del dios flautista, pues amaba -también en vano- al bello Narciso, quien, a su vez, sólo se amaba a sí mismo. Un día finalmente se encontraron y Narciso la miró con tanto desprecio que Eco dejó de alimentarse y murió, para convertirse en una roca fría y dura, que desde el fondo de un valle repite hasta hoy las últimas palabras de cada cosa que allí se dice.
La palabra llegó al castellano proveniente del latín echo, y éste del griego eko (sonido). El primer documento en que aparece en nuestra lengua data de 1570, en el diccionario toscano y castellano de Cristóbal de las Casas.
6. Empatar
En su Origen y etimología de la lengua castellana (1601), Francisco del Rosal menciona empatar con el sentido de “hacer el mismo número de bazas los dos adversarios” de un juego de naipes. El verbo proviene de ‘hacer pata’, con el mismo sentido de ‘igualar’, que nada tiene que ver con las patas de los animales.
En los dialectos de algunas regiones de España, hacia el siglo xv, o tal vez antes, se usaba ‘pata’ o ‘hacer pata’ para expresar la situación de igualdad.
Esta palabra fue tomada probablemente del italiano impattare, del mismo significado, que se formó a partir de la locución far patta (quedar en paz, sin vencidos ni vencedores), donde patta es el plural de pactum (pacto).
7. Fuente
Junto con las computadoras y, en particular, con el uso del sistema operativo Windows, se puso al alcance de todos el uso de caracteres diferentes de los de las máquinas de escribir tradicionales y semejantes a los usados en las imprentas, caracteres que en español se llaman tipos o tipos móviles por lo menos desde 1615.
En los últimos años, nombres como 'arial', 'times new roman' y 'verdana', entre otros miles de tipos, dejaron de pertenecer al léxico exclusivo de tipógrafos y diagramadores y se tornaron palabras de uso popular, pero esta universalización trajo consigo al español un error de traducción. En efecto, los tipos no son "fuentes", como se ha dado en llamarlos al traducir erróneamente a nuestra lengua el vocablo inglés 'font'.
En inglés, 'font' tiene dos significados diferentes, a cada uno de los cuales corresponde una etimología distinta y una traducción específica al español. En su primera acepción, que se traduce al español como fuente, la palabra 'font' llegó al inglés proveniente del irlandés antiguo 'fans', que a su vez la había tomado del latín fons, fontis (fuente, manantial). Pero en la segunda acepción, que es a la cual nos referimos en esta nota, 'font', o a veces 'fount', llegó al inglés a partir del francés 'fonte', que no significa "fuente" sino "fundiciónde metal", con origen en el latín 'funditus', participio de "fundere" (fundir, fabricar). Así, el francés 'fonte de fer' se traduce como "fundición de hierro".
Es que los caracteres de la antigua tipografía inventada por Gutenberg eran de metal fundido en moldes. Hasta la universalización del uso de las computadoras en las últimas décadas del siglo pasado siempre se llamaron "tipos", del vocablo latino 'tipus' y éste del griego 'týpos' (señal, huella, copia, forma) y jamás se los había llamado "fuentes".
8. Gnomon
Del griego gignóskein (conocer, observar), con origen en el indoeuropeo gno- (conocer) ─de donde se derivan también palabras como agnóstico, diagnóstico, gnosis, ignorar e incógnita, entre otras muchas─, procede el griego gnómon (conocedor, juzgador, reloj de sol); y de este, el latín gnomon, término que se asentó en español para designar el puntero de los relojes de sol y un instrumento muy antiguo usado en Astronomía para medir el acimut y la altura del Sol, formado por un puntero vertical sobre un plano horizontal en el que se mide su sombra.
Gnomon. es el puntero puesto enel punto dela media espera que muestra las horas. // Gnomo. assi mesmo es quando de algund quadrado partido en quatro partes eguales se descantona el vn angulo así. (Alfonso de Palencia Universal vocabulario de latín en romance [1490])
El gnomon solar fue utilizado en la Antigüedad como aparato para medir el tiempo por culturas muy diversas (chinos, babilonios, egipcios, peruanos). En algunas plazas de diversas ciudades del mundo emergen grandes obeliscos que no son sino gnómones gigantes, algunos de ellos originarios de Heliópilis (Egipto), del siglo vii a. de C., como son el de la plaza de San Pedro en el Vaticano (1586), el de Londres junto al Támesis (1878) y el de Nueva York en el Central Park (1880), y procedente del tempo de Amón en Luxor es el de la plaza de la Concordia (1836) en París.
Gnomonista es el constructor de relojes de sol, y Gnomónica es la ciencia que trata de la construcción de estos relojes.
9. Gringo
Muchas historias interesantes se han contado sobre el origen de esta palabra. Una de ellas narra que gringo surgió del sistema de señales de los trenes ingleses, cuando éstos fueron instalados en México, según los cuales la luz verde indicaba que el paso estaba abierto: green go (verde, ir). En otra versión se afirma que, cuando los norteamericanos invadieron México en 1847 vistiendo sus uniformes verdes, los nativos, que al parecer dominaban el inglés, los rechazaban gritando ¡green go! (¡váyanse, verdes!).
Sin embargo, estas etimologías son falsas. La palabra gringo aparecía ya en el diccionario de Esteban de Terreros, publicado entre 1765 y 1783, casi un siglo antes de que los norteamericanos invadieran México, once años antes de la independencia de Estados Unidos y sesenta años antes de que George Stevenson hiciera circular el primer ferrocarril en Gran Bretaña. ¿De dónde viene, entonces, gringo?
En la Edad Media existía la costumbre de mencionar las locuciones en latín acompañadas de su versión en griego, pero en cierta época la Iglesia católica determinó que la comprensión de la lengua de Aristóteles no era necesaria para la erudición católica. A partir de ese momento, el griego fue considerado un idioma extraño y, como tal, símbolo de cualquier habla incomprensible. En latín medieval surgió la expresión graecum est, non potest legi (es griego, no se puede leer) para referirse a cualquier lengua extranjera.
En el segundo tomo del Quijote se dice: «...esto para los labradores era
hablarles en griego o en gerigonça».
En el ya mencionado diccionario de Esteban de Terreros se explica así: gringos llaman en Málaga a los extranjeros, que tienen cierta especie de acento, que los priva de una locución fácil y natural castellana, y en Madrid dan el mismo nombre con particularidad a los irlandeses. En América, el vocablo se popularizó con variantes: en México es usado casi exclusivamente para referirse a los estadounidenses; en el Río de la Plata se aplicó en la primera mitad del siglo xx a los italianos, aunque actualmente se tiende a usarlo para denominar también a los norteamericanos.
Según Corominas, la alteración fonética de ?griego? a ?gringo? se habría procesado en dos tiempos: primero, de griego a grigo, una reducción normal en castellano, y más tarde, de grigo a gringo.
10. Heraldo
Proviene del francés heraut, derivado del vocablo franco heriald, que significaba ‘el que dirige el ejército’, formado por heri (ejército) y waldan (ser poderoso), esta última enraizada en el indoeuropeo wald- (ser fuerte). Esa palabra puede ser hallada en antiguos textos de Escandinavia, como Haraldr, y de la Baja Alemania, con la forma Heriold. Sin embargo, las actuales Herold, del alemán, y herald, del inglés, se difundieron a partir del francés, como ocurrió, por otra parte, con esta palabra en todas las lenguas romances.
En su Diccionario español-latino (1495), Nebrija registraba faraute, ya que en aquella época el castellano cambiaba por una f la h aspirada que existía por entonces en francés. El diccionario de Nebrija se ocupa de ‘faraute de lenguas’, que es el nombre más antiguo en español de la profesión de intérprete, un significado que proviene del hecho de que el faraute había sido en cierta época un mensajero de guerra que necesitaba conocer otras lenguas para comunicarse con el enemigo o con aliados de otras tierras. Con ese sentido figura en este texto extraído de la obra anónima La vida y obras de Estebanillo González, de 1646:
Sirvióme a mí de padrino mi faraute Garci Ramires, y a el retador otro estudiante, camarada suyo. Pusiéronnos una mesa y encima della dos vasos pequeños, para que empezásemos nuestra batalla; y dos pipas y un papelón de tabaco picado, [y] un candelero con una vela encendida, para que se entretuvieran los padrinos mientras durase la refriega.
En Covarrubias (1611), el faraute era también el actor que hacía la presentación al comienzo de una comedia; pero la palabra no demoró en derivar hacia acepciones peyorativas, pues se convirtió de mensajero en ‘alcahuete’ y en ‘criado de prostitutas’. En italiano la palabra tuvo una trayectoria similar y se convirtió en farabutto, con el sentido de holgazán o bellaco, de donde pasó al lunfardo rioplatense como farabute, con el mismo significado.
Pero mientras faraute seguía esos derroteros, la forma heraldo continuaba su propio camino en español, designando al militar que marchaba al frente del ejército portando escudos y blasones, como en esta traducción de Orlando Furioso, publicada en 1549:
Un hielo cada moro se volvía,
y cualquier escocés la llama pura:

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